Articulo sobre mi experiencia en visita a la exposicion de arte de Kassel (Alemania) y la exposición en torno al Gernika de P. Picasso en el museo Reina Sofía de Madrid de las que salí literalmente llorando. Cuando dolor, cuanto sufrimiento, cuanta penalidad ahora y entonces y eso que el artículo lo escribí antes de los sucesos de Barcelona.
Salí llorando del museo
Es tiempo estival y por tanto de viajes y vacaciones. Yo, aun jubilado, no he querido hacer una excepción. Interrumpí, a eso del ecuador, las fiestas de San Fermín para ir a Alemania, visitar algunos amigos y muy especialmente Dokumenta14 una feria de arte que se repita cada 5 años en la ciudad germana de Kassel, estado de Hesse. Toda la ciudad se convierte en un gran escaparate de arte plástico, audiovisual, monumental. En él se van mostrando las tendencias actuales en el arte, crítico, mordaz, abandonado a su inspiración y a su expiración. Los artistas reflejan en sus obras un mundo desorientado, atrapado, seres humanos dándose cabezazos ante el muro impasible e irredento, como otros Sísifos, con la piedra tendiente a caer una y mil veces, sin remedio ni esperanza. Con artistas comprometidos – como anunciara Paul. B Preciado en Babelia del periodico Elpais (8.04.2017)- con «las condiciones de la vida sin techo y del destierro, de los desplazamientos sucesivos, de las migraciones, de la traducción y la poliglosia» obras que nos cuestionan y «nos obligan a ir más allá del relato etnocéntrico de la historia occidental moderna, abriendo nuevas formas de acción democrática».
Sin digerir todavía el enfrentamiento con una realidad social y política desgarradora, sin entender la construcción de un panteón gigantesco con libros secuestrados de las estanterías de sus propietarios, llegué a Madrid, ávido por ver la exposición en el Reina Sofía de cuadros y piezas desde donde surgiría el gran mural del cuadro del Guernica.
Su título «Piedad y terror en Picasso», no auguraba precisamente una tarde relajada de cuadros juguetones y policromados a lo Miró, Kandinsky o Klee, y así fué: Cuadros de calaveras, madres desgarradas con sus niños muertos en brazos, lágrimas congeladas en fisionomías femeninas, brazos en alto de protesta e impotencia, ante la barbarie que se avecina o que ya es realidad. De sala en sala, dejándome atravesar por lamentaciones y desgarros de personajes, animales y naturaleza, llego al gran mural: el mural del Guernica, allí está, representando todo el dolor, la rabia y la impotencia de una ciudad arrasada; no solo, del ser humano vilipendiado, arrojado, destripado, realidad y premonición de un siglo, el XX de guerras, hambrunas, desplazamientos humanos, genocidios y destrucción: Terror en Picasso… y lágrimas en el espectador. ¿De miedo? tal vez, ¿de impotencia y horror?, tal vez, pero sin duda también de sentimientos de piedad hacia una humanidad que parece tener en ella su única salvación. y en mi recuerdo, aquel joven abertzale que fue a apedrear a guardias civiles en tiempos de la Kale Borroka y al encontrarse con uno de ellos, abatido y sangrando en el suelo, lo recogió, le limpio con su pañuelo, y ayudó, arriesgando su propio escarnio, a llevarlo rápidamente en la ambulancia al hospital. La piedad había vencido al terror. Y yo conmovido y renovado salí llorando del museo.